domingo, 29 de diciembre de 2013

Todas las palabras que se dicen sin pensar.

A dos días de que acabe este año nefasto, y a dos semanas de lo que se dice ser "mayor de edad". Qué ingenuidad, yo me considero demasiado pequeña como para que un número determine que soy mayor. Es más, creo que soy una pequeña que maduró demasiado de golpe, por lo que no necesito que un número me diga que soy más o menos mayor.
No sé cómo definir mis 17 sin que salga una palabra malsonante, pero lo que si puedo decir es que aunque haya sido uno de mis peores años, a medida que se ha ido expirando este período he ido abriendo más y más los ojos, hasta darme cuenta de lo fea que es realmente la realidad. Supongo que eso es cumplir 18, llegar a un punto en el que lo ves todo claro, sin que tengas tu mundo imaginado; ves ese mundo real que tanto dicen los mayores odiar.
Pues bien, como iba diciendo, he abierto los ojos, si. Me he dado cuenta de muchas cosas, aunque aún me quedan más por asumir, las cuales no quiero aceptar, pero se que están ahí. Entre lo que he descubierto está, en primer lugar, el "Siempre". Si, creo que a todos nos suena. Es esa palabra que soltamos cuando tenemos más o menos 14 años hacia otra persona a la cual hemos empezado a querer más de lo normal, sin saber que en poco tiempo la habremos olvidado, y que posiblemente, aunque no se cumpla por ninguna de las dos partes, sólo una de las dos estaba dispuesta a no rendirse, y llevar ese "siempre" hasta el final.
En segundo lugar, y no menos importante, me he percatado de eso que también solemos hacer a los 14 o 15 años. Es determinar a una persona como nuestro "todo". ¿Qué es "todo"? Son chiquilladas. No podemos determinar a una persona como nuestro todo, esperando a que esté siempre a mi lado, porque mira tú por donde, vuelve a salir el "siempre" para corroborar que no tiene sentido, ya que algún día todo terminará, y que ese ocho tumbado nunca existirá si no es para dar quebraderos de cabeza en problemas matemáticos. Todo esto lleva a que a final de cuentas nos quedemos sin nada, cuando esa persona de la cual dependíamos por haber calificado como "todo", se vaya.
En tercer lugar, y no por ello menos doloroso, me he dado cuenta de que quizás no soy tan importante como creía para algunas personas. Lo fui, no lo niego, pero eso ha cambiado. O quizás no. Quizás todo aquello quedaba condicionado por los anteriores "siempre" y "todo", porque alguien empieza a creer que es importante para otra persona cuando le prometen un siempre, y cuando lo determinan como el "todo" de su vida, pero claro, eso sucede a los 14. A medida que va pasando el tiempo me he ido desengañando, hasta hoy. Me he ido dando cuenta de que si significo algo lo suficientemente grande como para que ese "siempre" se cumpla es para mamá. Ella si sabe lo que es que las personas más importantes de su vida sean lo que más importa. Lo sean todo. Para siempre.

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